martes, 28 de febrero de 2017

Cuando los bancos se vuelven rumbosos


Comparando perspectiva y propuestas socialdemócratas



Por Manuel Escudero
Contexto.es, 27/02/2017.

A “vuelapluma” realizo esta comparación que quiere ser constructiva, en el contexto de un debate fraternal del que tendrían que salir, de su próximo Congreso, las mejores ideas para un nuevo impulso de la socialdemocracia.

Creo que merece la pena destacar en el esfuerzo realizado por la Gestora respecto a la ‘Ponencia Económica’ del PSOE algunas buenas ideas y algunas coincidencias. Al fin y al cabo, si todos pensamos en socialista, sería raro que no tuviéramos concurrencias importantes. Una primera gran coincidencia es que en ambas propuestas el objetivo central declarado es el empleo y los salarios dignos para todos los españoles. Y no es un dato menor esta coincidencia, aunque habrá que debatir mucho --y eso es lo que se intenta en la propuesta de Pedro Sánchez -- para concretarla cuando las soluciones ya no están en los manuales y cuando hay que aterrizarlas en las nuevas condiciones tecnológicas impuestas por la digitalización de la economía. Por eso, sorprende que, en relación a este gran objetivo central, la ‘Ponencia Económica’ ni abogue por derogar la Reforma Laboral de 2012 del PP ni apunte a otros objetivos que sí aparecen concretados en la propuesta estratégica de Sánchez, como el trabajo conjunto con los sindicatos para alcanzar en el futuro la subida del Salario Mínimo Interprofesional hasta los 1.000 euros que señala la Carta Social Europea, el objetivo de ir reduciendo las jornadas de trabajo hacia las 30 horas, o la democratización de las grandes empresas.

Existe también coincidencia respecto a la necesidad de instancias bancarias públicas, si bien el documento de la Gestora las relaciona solamente con el impulso a la innovación  mientras que en la propuesta estratégica de Sanchez, la conveniencia de un sector de banca pública y otro de banca cooperativa y social se deriva de la necesidad de asegurar el crédito y las buenas prácticas bancarias rompiendo la concentración bancaria hacia la que avanzamos inexorablemente de la mano de la banca privada española. También es positiva la idea de que España pueda convertirse en una plataforma logística a escala internacional, si bien habría que precisar –en un país en el que han existido varios grandes fiascos relacionados con la construcción de infraestructuras innecesarias– para qué sectores exactamente se está pensando en ese gran proyecto.

Pero, por desgracia, a continuación debo señalar mi sorpresa ante las lagunas que presentan las líneas de ‘Ponencia Económica’ presentadas el sábado. Bien es cierto que se trata de un avance, de un esqueleto de lo que se elaborará durante el próximo mes. Pero, a juzgar por muchas notables omisiones, a ese esqueleto le faltan muchos huesos e incluso partes de la columna vertebral que, sin embargo sí están presentes en la propuesta estratégica ‘Por una Nueva Socialdemocracia’. No se plantea ni una línea sobre el problema de la deuda que fragiliza todas las economías, ni sobre la necesidad de una nueva fiscalidad, incluyendo una mayor progresividad fiscal para los tramos altos de la renta y para el patrimonio y la riqueza. Tampoco se esboza, al abordar el problema de las pensiones, un elemento fundamental como nuevas figuras impositivas complementarias que garanticen su sostenibilidad futura. No hay ninguna reflexión sobre uno de los datos fundamentales del futuro, el envejecimiento que va a demandar una gran readaptación de nuestros sistemas de salud y de servicios sociales, poniendo bajo estrés las finanzas públicas, y siendo este uno de los retos principales presupuestarios y fiscales de futuro. Asombra que en el proyecto de ‘Ponencia Económica’ se invoque un eslogan de “0 sin techo” sin que se apunten reformas elementales que sí aparecen en el otro documento, como asegurar alternativas de vivienda digna a desahuciados, dar una segunda oportunidad ante las quiebras familiares de buena fe, o conseguir que el coste de hipoteca o renta no supere un tercio de la renta familiar para los grupos sociales que necesitan apoyo.

Es también digno de señalar que el proyecto de ‘Ponencia Económica’ no transmite ningún sentido de urgencia frente al cambio climático y la transición ecológica de la economía (un concepto que ni siquiera se utiliza). Y que en ese terreno, en consecuencia, no se aborde cómo asegurar que la transición hacia un nuevo modo de producción energética se realice eficazmente. Por la situación de excepcionalidad de este desafío que ya está aquí en el documento estratégico de Pedro Sánchez se apunta a la probable necesidad de mecanismos de control público que aseguren realmente esa transición frente a  las resistencias que se van a dar en el sector energético.

Igualmente, no se aprecia sentido de urgencia a la transición a la economía digital, ni se considera la posibilidad de un escenario futuro de expulsión del trabajo asalariado por efecto de las máquinas inteligentes. En este terreno, y en un plano muy concreto, ofrece el proyecto de ‘Ponencia’ una propuesta muy voluntarista, “que las empresas que sustituyan empleo por robots deberán hacerse cargo de planes de recolocación de los trabajadores”, mientras que el proyecto estratégico de Sánchez plantea, creemos que de modo más realista, ir modificando la fiscalidad en la medida en que se asiente la economía digital, para gravar de modo especial los beneficios que procedan del trabajo realizado por máquinas inteligentes que sustituyan al trabajo asalariado. Otro tema importante que la propuesta de ‘Ponencia Económica’ ni menciona  y que es un elemento crucial para el bienestar de los ciudadanos hoy y en el futuro: el control del poder abusivo que han ido adquiriendo los oligopolios en España.

Finalmente, en este apresurado recuento, el proyecto de ponencia habla, de un modo un tanto confuso, de un ingreso mínimo vital como red de último recurso. Pero no se aborda la posibilidad de avanzar hacia un objetivo más estructural en una sociedad que hoy debe luchar contra la pobreza pero mañana habrá de dar una respuesta  a los asalariados expulsados por la digitalización económica. Por eso en el documento estratégico por una nueva socialdemocracia se presenta la novedosa propuesta de un impuesto negativo sobre la renta que pueda en el futuro avanzar hacia una renta básica universal.

Del repaso anterior se desprende, creo que con motivos más que sobrados, que, incluso como esqueleto para una ponencia económica, los contenidos del documento ‘Por una Nueva Socialdemocracia’ son mucho más completos para el debate. Pero hay otras dos reflexiones generales que me parecen obligadas.

La primera es que el documento de la Gestora parece mucho más técnico que político: se ha redactado como si lo importante fuera hacer propuestas de gestión --que por supuesto es crucial--. Pero todo se queda ahí, sin apuntar las resistencias de los grandes poderes económicos y financieros privados de un capitalismo desbocado durante los últimos 30 años.  Falta análisis del poder, y falta análisis político. Por ejemplo, existe una clamorosa ausencia de análisis político de Europa. En la situación límite que vivimos hoy, “más y mejor Europa” no es mucho decir, y la propuesta de construir una Coalición Progresista para Europa, que es central en el documento de Pedro Sánchez, está ausente en la propuesta propiciada por la Gestora.

La segunda es que el documento que avanza la ‘Ponencia Económica’ para el Congreso del PSOE no aborda ninguna cuestión relacionada con la crisis de la socialdemocracia y la necesidad de un nuevo posicionamiento estratégico del PSOE: ni qué somos, ni a quién representamos, ni cuáles son los grandes problemas de la sociedad hoy, ni con qué alianzas se puede progresar en el futuro.

Dos aspectos merecen particular atención en este terreno: en primer lugar, la “reformulación” de la socialdemocracia a la que aludió Javier Fernández en la inauguración de la jornada es, en realidad, un adorno de lenguaje. Si se analizan en detalle las ideas que vertió, su discurso es muy representativo de la socialdemocracia del siglo XX y se podía haber enunciado tanto hoy como hace 10 o 20 años. Pero si se trata de reformular la socialdemocracia, algún nuevo elemento de esa reformulación debería haber sido introducido. En segundo lugar, no se puede encontrar ni una sola palabra respecto a los aliados que deba buscar el PSOE en el futuro para ganar la confianza mayoritaria en España y, en especial, a los sindicatos. En este sentido, el documento ‘Somos Socialistas: por una Nueva Socialdemocracia’ implica una llamada a que se discutan los aspectos centrales de una nueva estrategia socialdemócrata que posibilite revertir la tendencia que ésta presenta de modo clamoroso. Pero parece que la Gestora no contempla esa posibilidad, al menos en el primer documento que ha propiciado.

El declive de la socialdemocracia y del socialismo español --el declive político y también el declive electoral-- no se detendrá con propuestas realizadas desde la zona de confort, con políticas que siguen asentadas en un marco estratégico que sirvió en el pasado pero que ya no explica ni recoge los problemas y desafíos que percibe la ciudadanía. Es necesario partir de ese dato central para que el futuro Congreso socialista sea, genuinamente, el comienzo de una nueva etapa.

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Categorías entre los presos


Los seis grandes banqueros ganaron 140 veces el salario medio en 2016



Por Vicente Clavero
Público.es, 27/02/2017.

Los presidentes de los seis mayores bancos españoles (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Sabadell y Popular) ganaron un total de 22,2 millones de euros durante 2016, según los informes de gobierno corporativo en poder de la CNMV. La retribución media per cápita alcanzó los 3,7 millones, equivalentes a más de 140 veces el salario medio español, que ascendía a 26.259 euros en 2015, último año completo del que existen estadísticas oficiales.

La mejor pagada en 2016 fue, una vez más, la presidenta del Santander, Ana Botín, que se embolsó 9,9 millones de euros: 7,4 en efectivo y acciones del banco y 2,5 como aportación a su fondo de pensiones.

Le siguieron, a notable distancia, Francisco González, máximo responsable del BBVA, que percibió 4,9 millones, y Josep Oliu, del Sabadell, con algo más de cuatro.

El presidente que menos dinero ganó fue el de Bankia, entidad mayoritariamente controlada por el Estado y que todavía tiene pendiente de devolución buena parte de las ayudas públicas concedidas para evitar su quiebra. José Ignacio Goirigolzarri percibió una retribución en metálico de 625.000 euros y acciones por valor de otros 125.000 euros.

El consejo de Bankia fue el que tuvo en 2016 un coste más bajo, como viene siendo habitual desde su nacionalización hace casi cinco años: tres millones de euros, muy lejos de los 30,5 del Santander. Cuatro miembros del principal órgano de administración de la entidad presidida por Ana Botín, dos del BBVA y otros dos del Sabadell ganan individualmente más que todos los consejeros de Bankia juntos.

En total, los seis principales bancos españoles se gastaron el año pasado 93,8 millones de euros en retribuir a sus administradores, con un descenso del 10% respecto a 2015, imputable a una menor dotación a fondos de pensiones.

El dinero recibido por sus presidentes se mantuvo prácticamente estable entre ambos ejercicios.

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domingo, 26 de febrero de 2017

El modelo de negocio de la banca privada


El modelo productivo y el discurso económico en España: ‘lo sensato’ contra ‘lo justo’



Por Juan Barredo
Radicales libres.es, 24/02/2017.

En los últimos años España ha pasado de registrar fuertes caídas en el PIB a tener índices de crecimiento positivos incluso mayores que los países vecinos. Esto implica un cambio de escenario que debe ser asumido por aquellos que tratamos de construir discursos alternativos y críticos con el rumbo económico actual. Queda mucho por trabajar en planteamientos económicos que abracen las exigencias de justicia y de derechos sociales pero que, al mismo tiempo, consigan arrebatar al pensamiento dominante las banderas de la ‘responsabilidad’ y la ‘sensatez’.

Sobra decir que la situación actual de vulnerabilidad, de desempleo, de precariedad, de pobreza…de amplios sectores de la sociedad, da razones de sobra para seguir considerando que estamos en crisis. Igualmente se puede advertir, sin riesgo de quedar en evidencia, que ante la falta de cambios de calado en nuestro sistema económico, la próxima crisis no tardará muchos años en llegar. Por último, no debe dejar de resaltarse que al tiempo que tiene lugar una recuperación en términos cuantitativos de los principales indicadores del PIB y de empleo, la precariedad aumenta, se expande el fenómeno de la pobreza laboral y los recortes en el Estado de Bienestar disparan la desigualdad en España…

Pero, si queremos dotar al discurso crítico de una capacidad de incidencia, debemos partir de la consideración de que el contexto no es el mismo que en 2008-2013. Entonces, no había mucho margen para la interpretación: todos los indicadores mostraban una fuerte degradación de las condiciones económicas y sociales. En ese contexto, no resultaba complicado difundir un discurso crítico con las políticas tomadas hasta el momento; para visualizar los efectos negativos de estas políticas no había más que asomarse a la realidad. Pero este discurso encuentra sus límites cuando, como ocurre actualmente, el deterioro de las condiciones de vida es más sutil e incluso compatible con la evolución favorable de indicadores tan mediáticos como el PIB o el desempleo.

Es cierto que los estudios demoscópicos no muestran una mejora relevante de la valoración actual o de las perspectivas de futuro por parte de la gente. Pero sí resulta preocupante el progresivo arraigo, en los debates económicos, de un planteamiento que presenta, en resumidas cuentas, dos posturas aparentemente contradictorias. La primera postura, la dominante, se sirve de la evolución favorable de algunos grandes indicadores para legitimar las políticas regresivas y reclamarse la opción ‘responsable’, con ‘sentido de Estado’ y ‘sensata’.

Frente a ésta, hay una postura crítica, que denuncia cada paso atrás en los derechos sociales y que, en la medida en que los movimientos sociales estaban activos y articulados, ha conseguido una repercusión social que debe ser reconocida. Sin embargo, limitarse a denunciar cada ataque a los derechos sociales ha supuesto que esta postura haya acabado adoptando un rol reactivo, incapaz de llevar la iniciativa.

Queda por lo tanto la difícil tarea de enmarcar este tipo de reivindicaciones en un discurso propositivo capaz de dominar el debate económico. Pero esto no va a ser posible en la medida en que no se consiga romper la supuesta disyuntiva entre lo ‘serio’, ‘sensato’ y ‘responsable’ – representados por el discurso económico de la Troika y el Gobierno – y la ‘justicia social’, la ‘solidaridad’ o la ‘igualdad’.

Mensaje económico alternativo

En ese sentido, resultan interesantes los esfuerzos por vertebrar el mensaje alternativo en torno a la necesidad de otro modelo productivo. Dicho término no resulta en absoluto novedoso en los debates económicos acerca de lo que ha venido pasando en el país estos últimos quince años. Muchos de los males que aquejan especialmente a España (en comparación con los países vecinos) son identificados frecuentemente como  consecuencias del modelo productivo desarrollado en los últimos quince años. Sin embargo, esa referencia al ‘modelo productivo’ o al ‘modelo de país’, tan frecuente y tan útil a la hora de explicar el rumbo del país durante los últimos años, es prácticamente olvidado a la hora de dotar de personalidad y legitimidad a las propuestas  de política alternativa.

Por supuesto, la mayoría de exigencias en materia de política social no tienen porqué enmarcarse – al menos directamente – en ningún marco de transformación económica ni nada por el estilo. La necesidad de estrategias eficaces contra la violencia machista, la acogida de refugiados, la respuesta inmediata a los graves casos de pobreza de diferente tipo que amenazan a amplios sectores de la sociedad… son exigencias prioritarias y urgentes justificadas por sí mismas más que por su pertenencia a un marco de transformación económica más amplio. Así es y así debería seguir siendo.

Pero en la medida en que se vayan integrando otras varias exigencias  en torno un discurso sólido que apueste por un modelo de país distinto, la crítica económica no sólo generará simpatía en los periodos más evidentes de rabia y hartazgo social, sino que a la vez se dotará de un potencial relevante para arrebatar el aura de ‘sensatas’, ‘buenas gestoras’ y ‘realistas’ a las políticas injustas y empobrecedoras que siguen a cada crisis.

Sin querer hacer una descripción detallada, en este artículo no citamos más que cuatro medidas referenciales que no sólo son esenciales en términos de justicia social, sino que además serían unas bases muy útiles para replantearnos y llevar a cabo otro modelo de desarrollo.

  •     Una reforma financiera:

Ningún cambio se puede realizar sin una palanca financiera potente que lo pueda impulsar. Y eso no es posible en la medida en que los bancos no aporten crédito para lo productivo (compra de maquinaria, innovación, crecimiento de las PYMES) y sí lo hagan para actividades especulativas contra, por ejemplo, la deuda pública de un Estado.

En ese sentido, un pilar fundamental del discurso crítico debe ser la exigencia de una banca pública potente. Pero no sólo eso, también se debe exigir una mucho mayor condicionalidad al tipo de actividades de las instituciones financieras.

  •     La identificación de sectores productivos estratégicos a desarrollar y la transición ecológica.

Frente al modelo de turismo ‘low-cost’ y del ladrillo, falta una reflexión seria en torno al tipo de sectores y de trabajo que se deben promover a nivel estatal y sobre el rol de cada provincia en dicha estrategia. Sobre este punto, se subraya cada vez con más énfasis el motor económico que puede suponer tomar como un eje transformador la llamada transición ecológica. Desarrollar nuevas fuentes de energía limpias o adaptar el sector inmobiliario a mayores requisitos ecológicos no sólo son imperativos vitales o incluso interesantes desde un enfoque geopolítico, sino también una interesante vía de especialización nacional orientada a la creación de empleos de alto valor añadido y de calidad.

  •     Mejora de las condiciones laborales

No hay mejora significativa y sostenible del salario y otro tipo de condiciones laborales si no hay un plan claro de desarrollo alternativo con el que sostenerla. Se puede  proponer el restablecimiento de los convenios colectivos, el impulso fuerte pero gradual del salario mínimo, la erradicación de las diferencias por razón de género, o incluso programas de renta mínima universal; además de reducir el riesgo de exclusión, tales medidas pondrían fin al modelo de ‘competitividad basada en precios’. Pero ello llevará con seguridad a la pérdida de empleos mal remunerados y precarios generados bajo el marco actual de desarrollo.

Esta pérdida no parece negativa en sí misma si la exigencia de mejores condiciones laborales no se toma como un fin en sí mismo, sino como un ingrediente de un programa de transformación mucho más amplio.

  •     Un rumbo menos cíclico

España es una economía muy cíclica. Fue el país europeo que destruyó más empleo durante la crisis. Actualmente crece, de momento, con tasas mayores que muchos países vecinos. Pero lo hace al tiempo que el tejido productivo no se refuerza ni diversifica, que el Estado de Bienestar se debilita y que aumenta la precariedad laboral.

Cabe esperar por lo tanto que la caída sea pronunciada, o sea, que la próxima crisis nos lleve a cotas de desempleo y de pobreza más lejanas todavía que las de la última crisis. Un discurso económico no sólo justo, sino sensato, es aquel que propone combinar instrumentos de política fiscal, industrial, financiera y laboral para evitar esas burbujas que se hinchan y deshinchan y dejan a la economía estatal vulnerable frente a cualquier crisis.

Más allá de estas cuatro cuestiones, quedan muchas más por integrar. Por supuesto, hay factores ligados a nuestra pertenencia a la Eurozona o al propio sistema capitalista que limitan mucho cualquier margen de maniobra y que deben ser estudiadas. Pero no tratábamos aquí de realizar un examen exhaustivo de cada punto de discusión en los debates económicos contemporáneos.

El objetivo era ‘tan sólo’ el de plantear el potencial de la formulación de otro ‘modelo productivo’ a la hora de sacar al discurso crítico de su posición reactiva y tratar de discutirle a la ortodoxia económica su injusta etiqueta de ‘responsable’. No obstante, el dotarse de un eje propositivo potente que conecte demandas que de otra forma parecerían inconexas permitirá, en el largo plazo, sacar a la palestra elementos de discusión muchos más trascendentales que los aquí expuestos.

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