Por Íñigo de Barrón
El País, 26/05/17.
Entre 2011 y 2016, el Banco Popular solo suspendió uno de
los cuatro exámenes de solvencia a los que le han sometido el Banco Central
Europeo (BCE), la Autoridad Bancaria Europea (EBA) y el Banco de España. Y
aquel fallo, en las pruebas realizadas por Oliver Wyman en septiembre de 2012,
lo subsanó a continuación con una ampliación de capital (ruinosa para los que
acudieron) de 2.500 millones. Así ganó tiempo, aunque no arregló su situación
de fondo.
No es la primera vez que una entidad aprobada por los test
luego tiene problemas. Sin embargo, el Popular es el único caso (hasta ahora)
que ha sobrevivido a todos los filtros para después buscar una venta acelerada.
La situación es más sangrante porque todavía no ha pasado ni un año del examen
realizado por la EBA a la banca europea: el Popular superó el peor escenario
macroeconómico con un capital del 6,6%, frente al 5,5% exigido. Hoy, pese a la
mejora de la economía y del mercado inmobiliario, su capital de máxima calidad
sigue bajo mínimos, algo que le impide realizar las provisiones por morosidad
que necesita el banco. Y su morosidad extrema inmobiliaria sigue elevándose
hasta el 37% en diciembre de 2016.
Es verdad que la nota del Popular fue ajustada: ocupó el
quinto peor puesto de los 51 bancos examinados. Sin embargo, otra nueva
ampliación de capital disipó, aparentemente, las dudas de los inversores y
volvió a ganar tiempo.
La caída del Popular ha colocado en una difícil situación a
los supervisores. Oficialmente, el BCE no hace comentarios porque no habla de
bancos concretos. Pero conocen muy bien al Popular. Algunos directivos
bancarios recuerdan que Margarita Delgado, actual directora general adjunta del
Mecanismo Único de Supervisión, dependiente del BCE, fue responsable de la
inspección del Popular de 2011 a 2013. Tradicionalmente, los supervisores se
han defendido en casos similares diciendo que los test de estrés son exámenes
genéricos e iguales para todos donde se analiza la resistencia de un banco a
situaciones hipotéticas y el resultado solo refleja su situación en un momento
concreto. A partir de ahí, los gestores son los responsables de lo que le pasa
al banco.
No obstante, los datos del Popular (ver gráfico) reflejan
que ha sido el banco con la mayor morosidad y riesgo inmobiliario desde 2012,
una pista evidente. A la vez, en 2012 apareció como la entidad con más bajas
coberturas sobre el crédito, con un 38,1%, por debajo de excajas de ahorros
como BMN, Ceiss o Novagalicia Banco.
"Resta
credibilidad a la prueba"
Ángel Bergés, socio de AFI, considera que es caso del
Popular demuestra que los test “no identificaron con finura los problema de la
entidad, aunque, en general, el resultado de la prueba con los otros bancos no
ha sido malo”. Fernando de Mora, director general de Alvarez & Marsal,
consultora financiera especializada, mantiene la validez de las pruebas de
estrés. No obstante, considera que el hecho de que en Europa (a diferencia de
Estados Unidos y el Reino Unido) se hagan cada dos años y no anualmente,
"puede hacer que los negocios de los bancos se alteren en ese tiempo de
forma sustancial", algo que puede provocar disrupciones con los resultados
obtenidos con el paso del tiempo.
Joaquín Maudos, catedrático de Economía y director adjunto
del Ivie, añade: “Cuando un banco que ha aprobado un test de estrés tiene
problemas, eso resta credibilidad a las pruebas. La experiencia demuestra que
por muy duro que sean estas pruebas, nunca van a evitar que haya sorpresas
desagradables. Por eso es tan importante que la supervisión sea exigente”.
En un sentido parecido, Íñigo Vega, experto bancario de
Nau-Securities, apunta que “estos exámenes se basan en criterios demasiado
generales, pero cada banco tiene sus problemas muy específicos difíciles de
diagnosticar desde fuera” Y admite que la última prueba de 2016 se hizo con
datos de 2015, y el Popular “empeoró con rapidez en aquellas fechas ya que
entre diciembre del 2015 y marzo de 2017 entraron 7.500 millones de activos
problemáticos en balance de la entidad, con una baja cobertura”. Un ex alto
cargo del supervisor apunta que “el Popular siempre estuvo en el filo de la
navaja, pero la característica de su potente accionariado, relacionado con el
Opus Dei, hizo pensar que nunca lo dejarían caer”.
La difícil situación del Popular socava el discurso del
ministro de Economía, Luis de Guindos, que ha defendido que la crisis financiera
se debe a la injerencia política en la gestión de las cajas de ahorros. También
afea la posición de la patronal bancaria AEB, que siempre ha negado que hubiera
“crisis de bancos, sino crisis de cajas”. Al mismo tiempo, esta situación
quitará presión a las antiguas cajas, que han cargado con la culpa de ser las
culpables de todos los problemas financieros.
Esta semana pasada, Aristóbulo de Juan, ex director general
del Banco de España, declaró que “la tolerancia del supervisor con un banco que
empeora año a año es suicida”. De Juan, que ha presentado su libro De buenos
banqueros a malos banqueros (Marcial Pons, 2017) no se refería a ninguna
entidad, pero muchos han visto un diagnóstico de lo ocurrido entre el
supervisor y el Popular.
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