Por Vicente Clavero
Público.es, 16/06/2017.
Antes de que estallara la crisis, había más de medio
centenar de entidades financieras en España. Tras la reciente absorción del
Popular por el Santander, ya sólo quedan doce. El proceso de concentración
vivido en el sector se ha llevado por delante a las más pequeñas o a las que,
sin serlo, arrastraban mayores problemas. Entre ellas figuraban las cajas de
ahorros, que prácticamente han desaparecido del mapa durante este tiempo. Su
presencia es hoy residual, excepción hecha de La Caixa y de Caja Madrid, ambas
reconvertidas en poderosos bancos y que responden ahora los nombres de Caixabank
y Bankia.
El brutal descenso experimentado por el número entidades
financieras no es la consecuencia (o al menos no principalmente) de un
inevitable proceso de selección natural. Las cajas de ahorros se han ido al
garete por la temeraria gestión llevada a cabo por sus administradores, cuando
no por la avaricia y la falta de escrúpulos de las que han hecho gala muchos de
ellos. No es que se hubieran quedado sin mercado (llegaron a copar el 50%) o
que no supieran adaptarse a una nueva realidad. Lo que pasó es que sus
responsables (políticos en la mayoría de los casos) se las cargaron con la
misma inconsciencia con que se mata a la gallina de los huevos de oro.
Hay excepciones, por supuesto, aunque no demasiadas; porque
fue una catástrofe generalizada, a veces con las características de un
auténtico saqueo. La desvergüenza de las tarjetas black de Caja Madrid (e
incluso de Bankia en tiempos de Rodrigo Rato) es un ejemplo sangrante, pero uno
solo. Por los abusos cometidos han sido condenados ya antiguos consejeros de
entidades tan variopintas como Bancaja, Caja Castilla La Mancha,
Novacaixagalicia, Caixa del Penedés o Caja de la Inmaculada. Más de 300
imputados ha llegado a haber por este desastre; entre ellos, nada menos que un
exvicepresidente del Gobierno, Nacís Serra, que estuvo al frente de Catalunya
Caixa.
Pese a no estar invitados, los contribuyentes hemos sido
obligados a pagar la factura de la fiesta: unos 60.000 millones de euros, cuya
recuperación es altamente dudosa, por decirlo de alguna manera. Con ese dinero
se han cubierto los agujeros (que eran muchos) y las entidades en quiebra han
quedado niqueladas para su posterior venta. Además, los compradores han
recibido todo tipo de garantías económicas ante futuros quebrantos, no fuesen a
tener que correr algún riesgo. Un negocio redondo, por tanto, que ha hecho más
grandes a los que ya eran grandes, gracias en buena parte a la concienzuda
limpieza realizada con cargo a los fondos públicos.
La consecuencia del proceso de concentración, pagado con
dinero de todos, es que hoy los seis bancos incluidos en el Ibex (Santander,
BBVA, Caixabank, Bankia, Sabadell y Bankinter) acumulan ya casi el 80% del
ahorro de los españoles. De los seis, sólo el último ha engordado por sí mismo,
sin comerse a nadie y sin ayudas estatales. A los otros, la jugada les ha
salido a pedir de boca, porque tienen más peso y menos rivales en el mercado
que cuando estalló la crisis. Es decir, son bastante más fuertes y, por lo
tanto, tienen más poder; justo lo contrario de lo que nos interesa a los
consumidores.
Disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario