Por Elisa Castillo
Cinco Días, 07/02/2018.
"No solo hemos perdido el control de los bancos, sino
que ya no los necesitamos”. Esta tesis no sale de la boca de un acérrimo
anticapitalista, sino de Jonathan Mcmillan, el seudónimo tras el que se
esconden un importante inversor de un gran banco internacional, que prefiere
mantenerse en el anonimato, y su compañero Jürg Müller, doctor en Económicas
por la Escuela Politécnica de Zurich. En su libro El fin de la banca (Taurus),
proponen un cambio radical que descentralice por completo el mundo de las
finanzas gracias a las nuevas herramientas digitales, y que deje atrás un
sistema bancario que, aseguran, no funciona y está fuera de control.
Los autores, dos treintañeros suizos que se conocieron
estudiando en la universidad y que después tomaron caminos completamente
distintos, apuntan que el “descontrol absoluto” de la banca arrancó en los
setenta con la irrupción de las nuevas tecnologías de la información. “Se creó
una banca paralela fuera de cualquier regulación”, que, explican, ha sido la
causante de la crisis financieras, la última de ellas en 2008. Se muestran
decepcionados con la respuesta que se dio a la última crisis y critican que no
se haya hecho nada para solucionarlo. “Los bancos han sido rescatados por los
contribuyentes y han seguido operando como lo hacían antes: creando graves
riesgos sistémicos”.
Ambos expertos del mundo de las finanzas señalan que las
distintas reglas –Basilea I, II y III– que pretendían atajar el problema lo han
agravado: “se han reducido los requisitos de capital exigidos a los bancos y se
ha fomentado la concentración bancaria”. El resultado, según Müller, es un
sistema donde los bancos son cada vez más grandes, y por tanto, con mayor
riesgo de arrastrar tras ellos a toda la economía en caso de quiebra, lo que
les da un “enorme poder de chantaje frente a los gobiernos”.
Ante este panorama, y teniendo en cuenta los “elevadísimos
niveles de deuda”, auguran que una nueva crisis financiera “es solo cuestión de
tiempo” y que será más profunda y se desencadenará más rápido que la de 2008.
Creen que ese momento será el indicado para dar un vuelco al sistema
financiero. “Ahora es casi imposible cambiar el statu quo, pero tendrá que
pasar en la próxima crisis”, cuando los bancos caigan en bancarrota y no se les
rescate a ellos sino a los contribuyentes, defienden. “Los bancos parecen muy
fuertes, pero es un espejismo: sin el apoyo de los bancos centrales no pueden
sobrevivir”, sostienen, al tiempo que se muestran convencidos de que es posible
democratizar las finanzas. “Será porque somos suizos y tenemos democracia
directa, pero realmente confiamos en cambiar las cosas”.
Además de mantener que la banca ya no funciona, los autores
aseguran que el sistema financiero puede prescindir de ella. “Todo el mundo
piensa que no hay alternativa a la banca, que es una especie de demonio
necesario, pero no es así. Tenemos las herramientas digitales a nuestro alcance
para descentralizar el sistema y sacar a los bancos de la ecuación”, afirman.
Ponen como ejemplos los mercados y monedas virtuales, las plataformas de
préstamos entre particulares (P2P) y un sinfín de nuevos instrumentos, antes
impensables sin internet, pero gracias a los cuales los prestatarios y
prestamistas pueden ponerse de acuerdo sin la intermediación bancaria.
Pero advierten de que la tecnología, pese a tener un “poder
enorme”, no puede ser la panacea por sí sola. Por eso proponen que se establezca
“una regla de solvencia sistémica que asegure que el valor de los activos de
las empresas sea por lo menos igual al de sus pasivos en su peor situación
financiera”. Una distancia mínima de seguridad para que, si una cae, no
arrastre a la demás, explican, a imagen de las fichas de dominó. “Se trata de
evitar que una empresa pueda convertirse en un riesgo sistémico, mientras que
las reglas que existen ahora solo tratan de contener ese riesgo cuando ya se ha
dado, lo cual es totalmente inútil”, zanjan.
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